Sumario: | Introducción: Los desórdenes funcionales gastrointestinales impactan a numerosos niños a nivel mundial durante su etapa escolar, afectando aproximadamente al 25% de la población infantil. La manera en que los padres llevan a cabo las prácticas alimentarias desempeña un papel esencial en la formación de las preferencias de sabor, los hábitos alimenticios, la nutrición y, en última instancia, el peso de los niños. Nuestro objetivo fue determinar la relación que existe entre los hábitos alimenticios de los cuidadores y la aparición de los
trastornos gastrointestinales funcionales en los pacientes pediátricos. Materiales y métodos: Estudio transversal, observacional, prospectivo y analítico, de pacientes pediátricos de 2 a 10 años que acuden a la consulta de Pediatría. Se recabó información del expediente clínico de donde se obtuvieron diagnósticos previos o actuales de trastornos gastrointestinales funcionales pediátricos hechos por los criterios de Roma IV (estreñimiento, síndrome de vómitos cíclicos, dolor abdominal funcional, dispepsia funcional, síndrome de intestino irritable, náuseas funcionales, síndrome de rumiación, migraña abdominal, incontinencia fecal retentiva). Se aplicó el cuestionario de prácticas de alimentación integral (CFPQ) a los cuidadores de pacientes pediátricos de 2 a 10 años que acudan a la consulta de pediatría del hospital Universitario “Dr. José Eleuterio González”.
Resultados: Se aplicó el cuestionario a 127 cuidadores de infantes que acudieron a la consulta de Pediatría. De estos, 48 pacientes (37.8%) presentaron un trastorno gastrointestinal funcional y 79 pacientes (62.2%) no lo presentaron. El estreñimiento funcional fue el más frecuente, el cual se diagnosticó en 23 de los pacientes (18.1%), seguido del síndrome de intestino irritable observado en 9 infantes (7.1%) La mediana de edad fue de 6 años (rango 5-8), siendo la misma para ambos grupos. En cuanto al sexo, 24 (50%) y 41 pacientes(51.8%) fueron hombres para los grupos con enfermedad gastrointestinal (GI) y sin enfermedad GI, respectivamente. Se realizó una comparación entre los dos grupos en las diferentes subescalas que conforman el CFPQ.. Los puntajes de subescala se calcularon como la media de los ítems contribuyentes, lo que resulta en puntajes que van de 1 a 5, donde mayor puntuación representa un mayor uso de la práctica de alimentación. No se observó diferencia estadísticamente significativa entre los dos grupos con GI y sin enfermedad GI para ningún item de la escala.
Conclusión: Los patrones de alimentación de los padres no influyeron en la aparición de trastornos gastrointestinales funcionales de este grupo evaluado. Con el estudio no fue posible demostrar diferencia significativa entre los patrones de alimentación inculcados por los padres y la probabilidad de desarrollar trastornos gastrointestinales funcionales en los pacientes pediátricos.
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