La arquitectura como experiencia: marcos de sentido y mediación de las fábricas y complejos industriales en Monterrey.

La arquitectura no es un hecho neutral, repercute en las maneras de vivir del ser humano porque su vida se realiza en o entre edificios. Esto conduce a pensar que la arquitectura a través de sus elementos (ya sea un rosetón, una moldura, una distribución espacial, la estructura) o de sus efectos (la...

Descripción completa

Detalles Bibliográficos
Autor principal: Cleto Garza, Jacobo Antonio
Formato: Tesis
Lenguaje:Spanish / Castilian
Publicado: 2016
Acceso en línea:http://eprints.uanl.mx/13850/1/1080238894.pdf
Descripción
Sumario:La arquitectura no es un hecho neutral, repercute en las maneras de vivir del ser humano porque su vida se realiza en o entre edificios. Esto conduce a pensar que la arquitectura a través de sus elementos (ya sea un rosetón, una moldura, una distribución espacial, la estructura) o de sus efectos (la escala, la textura, el ritmo) es más que la escenografía o el telón de fondo de la vida de la gente. Por consiguiente, estudiar arquitectura no solo consiste en detectar sus componentes, forma, función, espacio, estructura o envolvente, sino también en investigar la experiencia de la arquitectura, ya que a través de ella se producen pensamientos, valores, sentimientos, actitudes o comportamientos. De manera que, si se quiere entender el impacto o la importancia de un edificio se vuelve necesario interrogar cómo las obras arquitectónicas median las actividades humanas. Un buen ejemplo de los usos o valorizaciones de los edificios es la experiencia de la fábrica al ser un “lugar polémico”, porque a lo largo de su historia ha sido motivo de discusiones diversas, desde la antropología, la ecología, la economía, entre otras disciplinas que buscan conocer su valor, cuyas respuestas variopintas envuelven a la fábrica en un misterio. Entre esos valores está la consideración de la fábrica como un símbolo de modernidad, por ser un punto de inflexión al marcar un antes y un después; prueba de ello es cómo el término cultural de postmodernidad hace referencia a una era postindustrial, donde las fábricas abandonadas han pasado ser espacios de trabajo a ser laboratorios, centros culturales, parques temáticos, etc. Basta esta consideración para sustentar que el misterio de la fábrica solo se esclarece conociendo los usos y valores que ha desplegado a lo largo de la historia occidental.