Sumario: | A semejanza de los entes vivos, la ciudad evoluciona y se transfigura infatigable e
inexorablemente, respondiendo a factores internos, así como a fuerzas exógenas.
Subraya Girola1
que cuando una sociedad se complejiza, los grupos que la
conforman responden a variados intereses y valores, refiriendo luego a Merton cuando
inscribe que la cultura y la estructura social golpea diferenciadamente a sus diferentes
estratos y clases, desde las estructuras de poder y dominación.
Aunado a estas máximas, tenemos que existe una propensión en los estratos
socioeconómicos para congregarse y establecerse con sus pares sociales, creando
células urbanas más o menos compactas y cuasi homogéneas, que van modelando y
remodelando el entramado urbano; estos clústeres presentan repercusiones directas en el
damero, ya que generan espacios segregantes, entre los diferentes niveles
socioeconómicos.
De acuerdo a Tomás Moro, planteaba una sociedad donde imperara la justicia y
prosperidad social, donde se disfrute de las mejores comodidades y se tenga una vida
placentera, en pocas palabras, una organización social perfecta. Las células urbanas
anteriormente descritas, se manifiestan como un falso razonamiento —paralogismo— del
pensamiento de Moro, aunque con la salvedad, que, son encarnadas en enclaves donde
se practica una autoexclusión con el resto de la ciudad, al proteger el perímetro del
desarrollo con sendas bardas u otros elementos disuasivo.
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