Summary: | De la noche a la mañana, el 10 de mayo de 1986, los obreros de la Fundidora Monterrey, así como toda la sociedad regiomontana, se enteraron de que la empresa emblema de Nuevo León había quebrado. Después de enterarse de que el cierre de Fundidora fue por medios ilegales, los obreros miembros de los sindicatos de Fundidora, de las Secciones 67 y 68, se movilizaron para luchar por la reapertura de su fuente de empleo mientras recibían los ataques de la mayoría de los medios de comunicación. Mientras que la muerte del “Elefante de Acero” era aplaudida por una inmensa mayoría del empresariado de la Sultana del Norte. Sin embargo, hubo sindicatos, reporteros y empresarios que mostraron su apoyo a los fundidores y también abogaron por la reapertura por la que fue la primera siderúrgica integrada con Horno Alto de América Latina. Por diversos motivos, sobre todo el económico, la reapertura fue imposible, y el 20 de junio los obreros que quedaban en el movimiento decidieron aceptar, con el dolor de su corazón, la indemnización. El objetivo del presente texto es analizar los efectos inmediatos, a corto plazo, del cierre de Fundidora Monterrey en sus obreros y en la sociedad regiomontana.
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